martes, 24 de noviembre de 2015

Todo me sabe a hoja de limón

Camilo quiere hacer un cuento de esos que son chéveres. 


Un muchacho llamado Manuel Camilo Burbank Mackintosh, al que le diremos Manu de cariño, pronto, cuando lo conozcáis, se puso a ahorrar un día para comprarse una casa propia, pero como solo tenía 12 millones decidió irse a pasar unas vacaciones de seis meses a la casa de su madre mientras conseguía más millones de la cosecha de millones de entre marzo y abril del árbol de millones que nacía del bolsillo de su madre. Para Manu fue muy fácil el trasteo a la casa de su madre, ya que vivía allí desde que era un bebé en busca de suerte en algún país del mundo que le acogiese como neonato. 23 más cuatro meses más nueve meses de gestación, que sería como si ya tuviera 24, Manu estaba a solo unas cuadras de la casa de su madre comprando la leche para hacer cremas gourmet que vendía en Walt Disney a niños de estrato 1 y 2 que se alojaran en el Walt Disney resort. Camilo quería hacer un cuento de su aventura y así hizo y se ganó unas vacaciones en Tenochtitlan donde se realizaba ese año el festival internacional de la nueva novela hispano-parlanchinesca, o por sus siglas en ingles como: HPNNIF. Manu fue feliz por siempre, pero por otras razones ininteligibles para un simple terrícola como Su Majestad la Reina Maria Paulina. Dios vio que todo estaba bien y me alzó el pulgar mientras se ponía su gorra de pa atrás y me guiñaba el ojo que había intercambiado con un felino de Anorí-Antioquia



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